La tos ferina se propaga fácilmente de una persona a otra a través de las pequeñas gotas que se producen al toser o estornudar. Estas contienen la bacteria, que ingresa al sistema respiratorio de quien está cerca, especialmente si no está vacunado o si su sistema inmunitario está debilitado.
Muchos padres no reconocen los síntomas en las primeras etapas porque se confunden con un resfriado común, ya que provoca: secreción nasal, fiebre leve y malestar general. Tras unos días, aparecen los ataques intensos de tos, causando:
Dificultad para respirar
Un sonido característico al inspirar (llamado "estertor" o "gallo"). En los bebés menores de 6 meses, el estertor es poco común, pero sí pueden presentar pausas en la respiración
Vómitos provocados por la tos
Incluso desmayos breves por falta de oxígeno
El diagnóstico de la tos ferina se basa principalmente en los síntomas y en la historia clínica del paciente. En algunos casos, el médico puede tomar una muestra del moco nasal para confirmar la presencia de la bacteria, aunque los resultados pueden tardar.
Sin embargo, actualmente muchas clínicas
utilizan pruebas moleculares, como la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), para detectar la bacteria con mayor rapidez y precisión que los cultivos tradicionales.
¿Cómo se puede tratar la tos ferina?
El tratamiento principal para esta afección son los antibióticos, como la eritromicina, que ayudan a reducir los síntomas si se administra en las etapas tempranas. Además, disminuye el riesgo de contagiar a otras personas.
En casos graves, especialmente en bebés menores de 18 meses, puede ser necesario hospitalizar para monitorear y brindar cuidados intensivos. Algunas medidas que se pueden aplicar son:
Administración de oxígeno húmedo
Hidratación intravenosa si no se puede beber normalmente
Supervisión continua de la respiración
En ciertos casos, se utilizan sedantes para ayudar al descanso del niño
Los jarabes para la tos o antitusivos no son recomendados, ya que no suelen ser efectivos.
Es importante entender que, si no se trata adecuadamente, la tos ferina puede provocar complicaciones serias, como:
Neumonía
Convulsiones
Lesiones cerebrales por falta de oxígeno
Sangrados internos, especialmente en el cerebro
Daño auditivo
En casos graves, incluso puede provocar la muerte
Por ello, es fundamental acudir al médico si tú o tu hijo presentan síntomas sospechosos:
Coloración azul en labios o piel (este suele ser un signo de falta de oxígeno)
Pausas en la respiración
Fiebre alta persistente
Vómitos frecuentes
Convulsiones
Señales de deshidratación: sensación de sed, boca seca, orina oscura o en menor cantidad de lo normal, piel seca, mareo, debilidad, fatiga
¿Se puede prevenir la tos ferina?
Ante el aumento global de casos de tos ferina, la Organización Panamericana de la Salud (
OPS) instó a reforzar la vigilancia y aumentar la vacunación, especialmente en las Américas, dado que es la mejor manera de prevenir esta afección. Existen dos tipos principales de vacuna:
DTaP: para bebés y niños. Se recomiendan cinco dosis, que generalmente se administran en las siguientes edades: 2 meses, 4 meses, 6 meses, 15 a 18 meses y 4 a 6 años
TdaP: para adolescentes y adultos
También es importante vacunar a la madre durante el embarazo, ya que esto
reduce en más del 90% el riesgo de hospitalización del recién nacido por tos ferina en los primeros meses de vida.
Además, se recomienda que quienes conviven con bebés, como familiares o profesionales de la salud, estén vacunados para reducir el riesgo de contagio.
Este artículo fue producido por Tomás Vicente, periodista especializado en Salud.
Fuentes consultadas: Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE. UU., Clínica Mayo, Organización Panamericana de la Salud.