Las infecciones respiratorias comparten
síntomas, factores de riesgo y
estrategias de prevención similares.
Se dividen en
dos grandes tipos, en base a la parte de las vías respiratorias que afectan:
Infecciones de las vías respiratorias superiores: resfriado común (rinovirus), influenza (gripe),
faringitis estreptocócica (estreptococo del grupo A),
sinusitis y amigdalitis.
Infecciones de las vías respiratorias inferiores: neumonía (bacteriana o viral),
bronquitis (viral o bacteriana),
virus respiratorio sincitial (VRS), virus de la parainfluenza y adenovirus.
A estas clasificaciones se ha sumado el coronavirus que causa COVID‑19.
Es muy importante tener en cuenta que
estas infecciones pueden variar en gravedad y pueden afectar a las personas de manera diferente. Algunas pueden ser leves y resolverse por sí solas, mientras que otras son capaces de generar complicaciones más graves.
Las de las vías respiratorias superiores suelen ser las más leves. Las de las vías inferiores, sin embargo, tienen más probabilidades de causar dolor en el pecho, disnea o fiebre. La tos suele estar presente en ambos casos.
Las mejores estrategias de prevención contra estos gérmenes son:
Las vacunas. Hay vacunas desarrolladas para las tres principales afecciones de los meses más fríos, influenza, COVID‑19 y VRS (para bebés y adultos mayores).
Lavarse las manos. Este sencillo hábito es una de las principales medidas para mantener lejos a estas infecciones. Es muy importante que los padres enseñen a los niños a lavarse bien las manos desde pequeños, para que sea natural para ellos hacerlo al llegar a casa, antes de comer y después de ir al baño.
Tener una buena circulación del aire. Esto puede significar dejar entrar aire fresco del exterior, purificar el aire interior o reunirse al aire libre en vez de en espacios cerrados. Las partículas de virus no se acumulan en el aire de los espacios abiertos tanto como lo hacen en espacios cerrados.
Usar mascarilla. Las máscaras, cuyo uso se popularizó durante la pandemia de COVID‑19, siguen siendo importantes en caso de cualquier infección respiratoria. Si la persona, por ejemplo, tiene un sistema inmune débil, puede utilizarla para reuniones en ámbitos cerrados. La mascarilla ayuda a protegerse a uno mismo de contraer un virus, y a los demás, porque previene su diseminación.
Quedarse en casa. Si la persona está enferma, lo mejor es mantenerse lejos de otras personas porque, por lo general, las gotitas y partículas infecciosas se acumulan más cerca de la persona que las libera. Cuanto más cerca se esté de alguien que porte un virus respiratorio, más probabilidades se tendrá de contagiarse. Esta medida también permitirá reposar, algo esencial para tener una recuperación más rápida.
Fuentes consultadas: Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC), Manual Merck, Clínica Mayo, Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, Instituto Nacional del Corazón, Pulmón y Sangre de EE.UU.
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