Investigadores del cerebro humano han descubierto que el acto de perdonar
activa estructuras y vías cerebrales que mejoran la resiliencia y la conexión social, y empoderan a las personas a superar experiencias dolorosas con energía y motivación.
Pero el perdón al que se refieren los científicos no es decir “te perdono”, o buscar reconciliarse con alguien que nos hizo daño a través del perdón: se trata más bien de imaginar la perspectiva de quien nos lastimó, y liberarnos activamente del vínculo doloroso. Se trata de un perdón interno.
Perdonar, dicen los investigadores, “significa aceptar nuestros sentimientos de dolor con autocuidado y compasión, para que podamos recuperarnos de la experiencia dolorosa de una manera más duradera y con un propósito”.
El camino que tomamos cuando creemos que otra persona nos ha hecho daño activa diferentes regiones y procesos en el cerebro que, al desempeñar un papel en otras situaciones de la vida, impactan nuestra salud mental y física.
La buena noticia sobre el perdón es que las estructuras y vías cerebrales que se ejercitan tienen otras ventajas para el bienestar mental. Si guardamos rencor o simplemente esperamos pasivamente a que el dolor se aplaque en lugar de practicar el perdón, los procesos de fortalecimiento que conlleva no se producen.
En los trabajos sobre el cerebro y el perdón, se les ha pedido a un grupo de personas que perdonen a alguien por una herida del pasado. Es en ese momento, cuando se activan tres sistemas principales.
1. Empatía y perspectiva
El primer sistema que se activa tiene que ver con la región central del cerebro, que está ubicada detrás de las orejas. Este sistema es el que hace que el cuerpo reaccione involuntariamente ante distintos pensamientos, por ejemplo, que se aceleren los latidos del corazón.
En el contexto del perdón, la activación de esta región puede indicar tanto los propios sentimientos ante la posibilidad de perdonar, como la impresión que se siente de la experiencia del agresor; ambos factores influyen en la motivación para perdonar.
2. Afrontamiento
El segundo sistema involucrado en el perdón es fundamental para afrontar, o reinterpretar la información sobre nosotros mismos, otras personas y el mundo de una manera que se acelere nuestra recuperación de la angustia, y restaure la calma y la satisfacción. La acción cerebral en esta etapa se presenta en la región de las cortezas ventral lateral, y dorsal anterior y lateral.
En el contexto del perdón, este sistema facilita la satisfacción de necesidades personales de bienestar y pertenencia, y ayuda a replantearse experiencias dañinas pasadas para que fomenten el aprendizaje y el crecimiento. A este proceso se lo denomina control cognitivo.
3. Toma de decisiones sociales
El tercer sistema que desempeña un papel en el perdón, junto con los sistemas de empatía, toma de perspectiva y control cognitivo, ayuda a tomar decisiones y a priorizar entre diversas opciones de comportamiento en una situación social (por ejemplo, ¿debería burlarme del la agresión, o buscar a un amigo de confianza para reirnos juntos?). Otras dos cortezas, la orbitofrontal y la prefrontal ventromedial, desempeñan un papel fundamental en esta etapa, ayudando a tomar las decisiones sociales.
La importancia de saber cómo actúa el cerebro
Saber que el cerebro actúa al perdonar nos enseña que hay una correlación entre los sentimientos y la salud física.
En el contexto del perdón, estas regiones cerebrales contribuyen a nuestra decisión de dejar ir o desviar recursos de procesamiento mental. Es decir, producir más ira y hostilidad, o dirigir nuestra energía a apoyar comportamientos alineados con nuestros objetivos, como hacer cosas que contribuyan a nuestro propio bienestar.
Este sistema nos ayuda a invertir en encontrar alivio (por ejemplo, la autocompasión) y a actuar para mejorar las cosas, en lugar de albergar una hostilidad persistente y emocionalmente tóxica por las acciones pasadas de otra persona.
Perdonar activa sistemas cerebrales que también nos capacitan para empatizar, comprender la perspectiva de los demás, afrontar experiencias emocionales difíciles y mantenernos en sintonía con nuestros valores y objetivos fundamentales, actuando de acuerdo con ellos.
Al fortalecer estas capacidades, practicar el perdón puede ayudarnos a mejorar nuestro bienestar en la amplia y diversa gama de momentos sociales y emocionales que conforman nuestras vidas, y de forma duradera.
Relaciones más sanas
Mejor salud mental
Menor grado de ansiedad, estrés y hostilidad
Menos síntomas de depresión
Disminución de la presión arterial
Sistema inmunitario más fuerte
Mejor salud del corazón
Mayor autoestima
Fuentes consultadas: Greater Good (Berkeley University), Clínica Mayo.