El dolor articular es una queja frecuente en la población adulta, pero sus causas son variadas. Entre las más comunes se encuentran la artrosis y la artritis, dos afecciones distintas que comprometen las articulaciones de maneras diferentes.
La
artrosis ocurre principalmente entre personas mayores y se caracteriza por el deterioro progresivo del cartílago articular, lo que provoca rigidez, dolor y pérdida de movilidad.
La
artritis reumatoide, en cambio, puede aparecer a cualquier edad y se produce cuando el sistema inmunitario ataca por error las articulaciones, generando inflamación persistente y daño articular si no se controla a tiempo.
El tratamiento de ambas también es distinto. La artrosis suele tratarse con analgésicos, antiinflamatorios no esteroides (AINEs), fisioterapia y, en casos avanzados, cirugía. En cambio, la artritis reumatoide requiere tratamientos que regulen el sistema inmunitario, como fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAMEs) y, en muchos casos, terapias biológicas.
¿Cómo influye la alimentación?
Más allá de los recursos farmacológicos, la alimentación puede desempeñar un rol clave como complemento para aliviar síntomas y mejorar la calidad de vida. Su impacto es más directo y evidente en la artritis, donde la inflamación sistémica responde a cambios dietarios.
En la artrosis, en cambio, la dieta actúa principalmente como un apoyo al manejo del dolor, el control del peso y la protección articular, pero no tiene un efecto tan inmediato sobre los mecanismos de la enfermedad.
Una alimentación basada en principios antiinflamatorios puede reducir la intensidad del dolor articular y mejorar la funcionalidad. Un
ensayo encontró que las personas con artritis reumatoide que seguían una dieta antiinflamatoria rica en frutas, verduras, legumbres y pescado graso mostraron una mejora en sus síntomas en comparación con quienes seguían una dieta convencional.
La evidencia actual indica que determinados alimentos podrían contribuir a reducir la inflamación y mejorar la salud articular:
Pescados grasos (salmón, sardina, caballa): ya que son ricos en
omega‑3, que modula la respuesta inflamatoria
Frutas y verduras: principalmente arándanos, frutillas, uvas moradas, espinaca, kale, zanahoria o brócoli, ya que son ricos en polifenoles y antioxidantes.
Legumbres y granos integrales: debido a que mejoran la microbiota intestinal y reducen la inflamación sistémica
Aceite de oliva extra virgen: contiene oleocantal y otros compuestos antiinflamatorios
Cúrcuma y jengibre: poseen propiedades analgésicas y antiinflamatorias
comprobadas
En contraste, una dieta alta en azúcares, grasas trans, harinas refinadas y carnes procesadas se ha asociado con
mayores niveles de inflamación y peor evolución clínica en enfermedades articulares.
¿Qué dice la ciencia sobre la artrosis?
Aunque no es una enfermedad inflamatoria en su origen, la artrosis presenta inflamación local en fases avanzadas. Un
metaanálisis concluyó que dietas antiinflamatorias pueden disminuir el dolor y mejorar la función física en personas con artrosis, especialmente de rodilla.
Además, algunos nutrientes pueden ayudar a proteger el cartílago:
Otro factor decisivo es el control del peso corporal: perder entre 5 y 10% puede reducir significativamente la carga sobre las articulaciones y mejorar los síntomas.
La alimentación no cura ni previene por sí sola la artrosis ni la artritis, pero es un aspecto importante en su manejo. Adoptar una dieta saludable, sumado a tratamiento médico, ejercicio y control del peso, contribuye a reducir el dolor, mejorar la movilidad y cuidar la salud articular a largo plazo.
Este artículo fue producido por Tomás Vicente, periodista especializado en Salud.
Fuentes consultadas: estudios científicos, Fundación para la Artritis, Instituto Nacional de Artritis y Enfermedades Musculoesqueléticas y de la Piel.