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Hígado
Cómo aliviar el hígado graso
01 de agosto 2023
El hígado graso no alcohólico es uno de los problemas más comunes entre las personas con obesidad, diabetes y altos niveles de colesterol. Afortunadamente, si aquellos que lo padecen cambian ciertos hábitos y adoptan medidas saludables, es posible controlarlo y tener una buena calidad de vida. 

El hígado graso no alcohólico es uno de los problemas más comunes entre las personas con obesidad, diabetes y altos niveles de colesterol. Afortunadamente, si aquellos que lo padecen cambian ciertos hábitos y adoptan medidas saludables, es posible controlarlo y tener una buena calidad de vida. 

El hígado graso no alcohólico es uno de los problemas más comunes entre las personas con obesidad, diabetes y altos niveles de colesterol. Afortunadamente, si aquellos que lo padecen cambian ciertos hábitos y adoptan medidas saludables, es posible controlarlo y tener una buena calidad de vida. 
Como su nombre lo indica, la enfermedad de hígado graso no alcohólico es una acumulación de grasa en el hígado provocada por el sobrepeso u obesidad. Aunque en algunos casos no provoca ningún problema, puede causar una inflamación que derive en daño hepático.
Varias investigaciones comprobaron que la aparición de hígado graso no alcohólico en niños y adolescentes está asociada a la obesidad y la resistencia a la insulina. Actualmente, es la afección hepática crónica más común en esta población. Lo bueno, es que tanto niños como adultos pueden combatirlo incorporando algunas medidas saludables:
Se demostró que perder entre 5 y 10% del sobrepeso ayuda al hígado y a sus enzimas a trabajar mejor. Combina tus actividades con un programa de ejercicio moderado de 3 a 4 veces a la semana para lograr una frecuencia cardíaca más elevada. No es necesario que empieces realizando grandes esfuerzos, una simple caminata es un buen comienzo. Lo importante es ser constante.
Es esencial que la actividad física regular sea acompañada por una alimentación sana. Evita el alcohol y la fructuosa y grasas trans que contienen los refrescos, comidas rápidas y productos ultraprocesados. En su lugar, aumenta los ácidos grasos poliinsaturados omega 3 y omega 6, consumiendo pescado magro, aceite de oliva y frutos secos.
Un estudio en ratones en período de embarazo y lactancia encontró que un antioxidante, llamado Pyrroloquinoline quinone (PQQ), presente en el apio, kiwi y papaya, puede ayudar a prevenir el hígado graso. Aunque no se probó con otros alimentos, la PQQ también se encuentra en pimientos, perejil y espinacas.
Incorporar probióticos a tu dieta diaria también será de gran utilidad, ya que pueden equilibrar la flora intestinal, y así, disminuir la acumulación de la grasa en el hígado. Según la evidencia científica existen tres cepas que demostraron tener efectos positivos: Lactobacillus paracasei CNCM I‑4034, Bifidobacterium breve CNCM I‑4035 y los Lactobacillus rhamnosus CNCM I‑4036
Distintas investigaciones encontraron que el té y el café tienen efectos protectores contra el hígado graso. Esto se debe a que el consumo de estas infusiones, ricas en cafeína, puede estimular la metabolización de los lípidos (grasas) almacenados en las células del hígado, y por ende, reducir el riesgo de la enfermedad.
El agua juega un papel crucial en el control del hígado graso. Cuando no hay suficiente líquido en el cuerpo, actividades como el metabolismo y la descomposición de grasa para uso celular, se complican. Por eso se recomienda tomar entre 2 a 2 ½  litros de agua diarios. Además, mejorarás tu digestión y favorecerás la salud de tu corazón, huesos y piel.
Una vez que hayas adoptado las medidas anteriores es importante que visites frecuentemente a tu médico para evaluar cómo responde tu cuerpo. En base a los resultados, el profesional considerará otras opciones terapéuticas, como la farmacológica. Esto puede incluir vacunas contra la hepatitis A y B, y administración de suplementos de vitamina E.
La importancia de los controles rutinarios es que te permiten tratarte cuanto antes. De lo contrario, el hígado graso puede progresar a la etapa de cirrosis, en la que afecta la capacidad del hígado para tratar infecciones y eliminar toxinas. Esto también puede devenir en trastornos de sangrado, insuficiencia renal, confusión y malestar mental e incluso cáncer de hígado.
Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU., Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, Clínica Mayo, Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales, Organización Mundial de Gastroenterología.
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