Ese patrón de pensamiento repetitivo y negativo en el que una persona se queda atrapada en preocupaciones o recuerdos dolorosos tiene un nombre: rumiación. Es un proceso involuntario, pero con un impacto significativo y desgastante en la salud mental.
Si bien todos podemos experimentar pensamientos recurrentes en algún momento, la rumiación prolongada puede interferir con la toma de decisiones y reducir la capacidad para enfrentar los desafíos de la vida diaria, además de estar vinculada con la depresión y problemas de concentración, explica un artículo de
Harvard Health Publishing.
La rumiación se define como la tendencia a pensar una y otra vez sobre los mismos problemas o eventos, sin llegar a soluciones efectivas. En lugar de resolver los conflictos, refuerza las emociones negativas y alimenta los pensamientos autocríticos.
No debe confundirse con el síndrome de rumiación, que es una afección en la cual la persona regurgita la comida sin digerir o parcialmente digerida varias veces.
Distintos son los factores, según explica un trabajo publicado en
Journal of Abnormal Psychology, que pueden explicar por qué algunas personas padecen la rumiación más que otras:
Características hereditarias: especialmente relacionadas con la ansiedad y depresión
Experiencias de vida: como estrés o trauma
Forma en que se procesan las emociones: quienes tienen dificultades para manejar o identificar sus emociones tienden a quedarse atrapados en pensamientos repetitivos como una forma de lidiar con ellas.
Mentalidad de perfeccionismo: obliga a encontrar soluciones perfectas a los problemas, repasándolos una y otra vez.
¿Se puede aliviar la rumiación?
La Asociación Estadounidense de Psicología (
APA) presenta algunas estrategias que los profesionales de la salud mental sugieren para ayudar a romper el ciclo de la rumiación:
Distraerse con actividades que interrumpan los pensamientos negativos, como hobbies
Concentrarse en recuerdos positivos
Tratar de recordar deliberadamente momentos en los que las cosas salieron bien a pesar de las dificultades
Pedir ayuda a familiares o amigos para recordar experiencias positivas pasadas
Dividir los pensamientos en partes más pequeñas, para abordar y lidiar con cada una de ellas con más facilidad. Esto también puede favorecer la sensación de un mayor control
Realizar actividad física, con el objetivo de reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo
Otras opciones que también pueden ser de ayuda son:
Hacer terapia: un profesional de la salud mental puede ayudarte a identificar por qué estás rumiando y cómo abordar los problemas de raíz.
Recurrir a la reestructuración cognitiva: esto consiste en cambiar la forma de pensar, con el objetivo de reducir la intensidad de las preocupaciones, y ayudar a identificar y desafiar los pensamientos negativos.
Practicar mindfulness o atención plena: puede ayudar a redirigir la mente hacia el presente y evitar que los pensamientos negativos se apoderen de nosotros.
Decidir qué puedes cambiar y qué no: algunas de estas experiencias no las podemos cambiar, pero sí podemos modificar la forma en que las vemos.
Hablar sobre lo que sentimos: compartir nuestros pensamientos y emociones con alguien de confianza puede aliviar la carga emocional y evitar que los pensamientos negativos se repitan.
Recuerda, todos comentemos errores, el perfeccionismo y la fijación de objetivos poco realistas pueden generar miedo o percepción de fracaso, y esto puede llevarte a la rumiación. Por ello, es importante que trabajes constantemente para desarrollar tu autoestima:
Este artículo fue producido por Tomás Vicente, periodista especializado en Salud.
Fuentes consultadas: Asociación Estadounidense de Psicología, Clínica Mayo, estudios científicos.