El trastorno del espectro autista (TEA), más conocido como autismo , es una afección relacionada con el desarrollo del cerebro que afecta la manera en que una persona percibe y socializa con los demás.
Se lo llama "trastorno de espectro" porque diferentes personas con TEA pueden tener una variedad de síntomas distintos.
Algunas pueden tener problemas para hablar y es posible que no miren a los ojos, mientras que otras pueden tener intereses limitados o comportamientos repetitivos.
Estos síntomas pueden provocar dificultades para comunicarse, interactuar, aprender o llevar una vida completamente independiente.
El autismo no tiene una causa única conocida. Tanto la genética como el medio ambiente pueden influir.
Entre las posibles causas medioambientales los investigadores siguen explorando si factores como las infecciones virales, complicaciones durante el embarazo, o los contaminantes del aire, juegan un papel en el desencadenamiento del trastorno del espectro autista.
Siempre es oportuno recordar que no hay vínculo entre las vacunas y el trastorno del espectro autista. A pesar de la extensa investigación sobre el tema, ningún estudio confiable ha demostrado un vínculo entre el autismo y las vacunas.
De hecho, el estudio original que encendió el debate hace años se ha retirado de las publicaciones científicas debido a que fue realizado con métodos de investigación cuestionables.
Evitar las vacunas infantiles puede poner a tu hijo y a otras personas en peligro de contraer y transmitir enfermedades graves.
Señales tempranas de autismo
El autismo comienza en los primeros años de la infancia, y los niños suelen presentar síntomas durante su primer año. Estos incluyen:
Evitar el contacto visual o carecer de expresión facial.
Hablar con un ritmo y tono anormal.
No entender preguntas o indicaciones simples.
No expresar emociones ni sentimientos o no ser consciente de los sentimientos de los demás.
No hablar, tener desarrollo tardío del habla o perder la capacidad de decir palabras u oraciones.
No poder mantener conversaciones.
Abordar interacciones sociales de forma inadecuada, agresiva o perturbadora.
Tener dificultad para reconocer señales no verbales, como expresiones faciales, posturas corporales o tonos de voz de otras personas.
En algunos casos, los niños parecen desarrollarse de forma normal durante el primer año y luego pasan por un período de regresión, entre los 18 y 24 meses de edad.
Se estima que 1 de cada 160 niños en el mundo presenta este trastorno. En EE. UU. la incidencia es 1 de cada 40.
Los niños hispanos reciben menos diagnóstico de autismo, y si lo tienen, suele ocurrir en promedio 2.5 años más tarde que en otros grupos de población.
Actualmente, no existe una cura para los trastornos del espectro autista, aunque un tratamiento intensivo y temprano puede marcar una gran diferencia en la vida de los niños.
Zinc y autismo
La aparición del autismo en los niños no solo se relaciona con genes que intervienen en las conexiones entre células cerebrales, sino también con agresiones ambientales.
Un ejemplo de esto último puede verse en un trabajo publicado en Frontiers in Molecular Neuroscience , que señaló que podría existir un vínculo entre la deficiencia de zinc en el desarrollo fetal y las conexiones neuronales anormales asociadas con el autismo.
"El autismo está asociado con variantes específicas de genes involucrados en la formación, maduración y estabilización de las sinapsis durante el desarrollo temprano", explicó la doctora Sally Kim de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, autora principal del estudio.
La sinapsis es la región de comunicación entre las neuronas. "La falta de zinc durante el desarrollo temprano podría contribuir al autismo a través de la deficiencia de la maduración sináptica y de la formación del circuito neuronal", agregó John Huguenard, coautor del estudio y profesor de la Universidad de Standford.
Actualmente, no existen estudios controlados sobre la suplementación de zinc en mujeres embarazadas o bebés, y el riesgo de autismo.
Es importante aclarar que ni los hallazgos ni los autores de la investigación apoyan la suplementación de zinc para prevenir el autismo.
Tampoco afirman que la ausencia de zinc produce autismo, pero sí descubrieron un tipo de relación que, según explicaron, puede ayudar a desarrollar estrategias de diagnóstico, tratamiento y prevención del autismo.
Efectos del zinc en el cuerpo
El zinc es un nutriente presente en las células de todo el cuerpo, que se vincula a distintos beneficios:
Estimula el sistema inmunitario: el zinc se vincula a la prevención de resfriados, pérdida ósea, ceguera nocturna, alopecia, fatiga crónica, infertilidad, y trastornos de próstata. También parece promover la síntesis de proteínas y el crecimiento celular.
Control o pérdida de peso: el zinc provoca una disminución del apetito, aumentando la sensación de saciedad y extendiendo los períodos entre comidas. Además, puede cumplir un rol en la manipulación de la hormona grelina, encargada de indicar al cuerpo cuando debemos comer, y de la hormona leptina, encargada de indicar al cuerpo cuando comimos suficiente.
Cuidado de la piel: el zinc cumple un rol importante en la regulación de la producción de testosterona, así como en la síntesis de colágeno. Esto es clave para normalizar la presencia de grasa debajo de la piel, mejorando así la salud cutánea y previniendo la aparición de trastornos como acné, espinillas o eccema.
Puedes incorporar zinc en tu dieta fácilmente con los siguientes alimentos:
Ostras (una de las mejores fuentes de zinc).
Carnes: de res, cerdo, cordero, y aves de corral.
Pescados y mariscos.
Granos leguminosos.
Cereales fortificados.
Frutos secos.
Lácteos.
Huevos.
Champiñones.
Chocolate amargo.
Las frutas y vegetales no son buenas fuentes para obtenerlo, ya que el zinc en las proteínas vegetales no tiene tanta biodisponibilidad para el ser humano como en las proteínas animales.
Si tienes una alimentación saludable y equilibrada no tendrás problema para incorporar suficiente zinc.
Algunos grupos especiales, como los alcohólicos, vegetarianos o madres embarazadas y lactantes pueden presentar dificultades para obtener este mineral y sufrir deficiencias de zinc.
En estos casos, profesionales de la salud deberán determinar si son necesarios suplementos para cubrir esa insuficiencia.
¿Cuánto zinc consumir?
Las siguientes dosis diarias de suplementos por vía oral han sido estudiadas en investigaciones científicas, según informa la Base Exhaustiva de Datos de Medicamentos Naturales:
Niños y hombres de 14 años en adelante: 11 mg.
Mujeres de 14 a 18 años embarazadas: 13 mg
Mujeres de 19 años en adelante: 8 mg
Mujeres de 19 años en adelante embarazadas: 11 mg.
Mujeres de 14 a 18 años lactantes: 14 mg.
Mujeres de 19 años en adelante lactantes: 12 mg.
Además de consumirse por vía oral, el zinc se puede aplicar sobre la piel o ser inyectado en vena, siempre bajo la supervisión de un profesional de la salud.
Tomar demasiado zinc reduce la cantidad de cobre que el cuerpo puede absorber, lo que puede provocar anemia y debilitamiento de los huesos.
El consumo de suplementos de zinc también se asoció a diferentes efectos secundarios, como indigestión, náuseas, vómitos, diarrea, y dolores de cabeza.
Para recordar:
Hasta contar con evidencia científica significativa proveniente de ensayos en humanos, las personas interesadas en utilizar terapias a base de hierbas y suplementos deben tener mucho cuidado.
No abandones ni modifiques tus medicamentos o tratamientos, antes habla con el doctor sobre los potenciales efectos de las terapias alternativas o complementarias.
Recuerda, las propiedades medicinales de las hierbas y suplementos también pueden interactuar con los fármacos recetados, con otras hierbas y suplementos, e incluso alterar tu dieta.
Fuentes consultadas: Base Exhaustiva de Datos de Medicamentos Naturales, Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU., Clínica Mayo, Escuela de Medicina Harvard, Instituto Nacional de Medicina Complementaria y Alternativa.