La ansiedad anticipatoria no está definida en los manuales de psicología, pero los especialistas la observan cada vez más. Se puede disparar por tan solo pensar en lo que hay que hacer en el día, pero también frente a
grandes eventos como cambios sociales, un nuevo presidente o la amenaza de un desastre natural.
Expertos de la Asociación Americana de Psicología explican que se manifiesta junto con otras ansiedades bien conocidas y diagnosticadas como la ansiedad generalizada y el trastorno de ansiedad social. Y dicen que se convierte en un problema cuando se “apodera” de la persona impidiendo su normal funcionamiento diario.
El resultado no es solo malestar mental sino también físico ya que esta forma de ansiedad puede causar episodios de hiperventilación, y problemas estomacales, entre otros.
La ansiedad anticipatoria puede presentarse por situaciones cotidianas, dos muy comunes: una cita con el dentista o la cercanía de un vuelo. Pero también puede provenir de fuentes más sistémicas de estrés o incertidumbre, que a simple vista parezcan más difíciles de controlar, como la inminencia de un huracán o terremoto, on un confuso panorama político.
El ejemplo del miedo a volar
Expertos dicen que la ansiedad anticipatoria puede representar algo así como la segunda “capa del miedo”.
Por ejemplo, en muchos casos, las personas primero reconocen que tienen miedo de volar. Luego, en la segunda etapa, aparece la ansiedad anticipatoria cuando las personas temen que el miedo a volar les provoque un ataque de pánico u otro comportamiento embarazoso durante el vuelo. El resultado de esto puede ser decidir renunciar por completo a volar para evitar la ansiedad y la angustia graves.
Durante estas crisis, el alcohol y los ansiolíticos pueden aparecer como herramientas “salvadoras”, cuando en realidad terminan profundizando el problema.
En las situaciones en las que las personas no pueden controlar su fuente de ansiedad, por ejemplo ante el comienzo inminente de un desastre natural, la reacción típica para evitar la ansiedad anticipatoria es
negar el momento, evitar saber sobre el peligro, lo cual puede ser poner a la persona en alto riesgo: puede llegar hasta ignorar una orden de evacuación.
Utilizando la misma palabra, una estrategia para prevenir esta ansiedad es planear con anticipación, con la meta de romper el ciclo de preocupación.
Por ejemplo, si los pacientes están preocupados por si el cambio climático empeorará, pueden abordar esa pregunta de manera lógica, pensando en posibles escenarios y soluciones relacionadas o tácticas de supervivencia.
Tomar medidas, como preparar un kit de supervivencia para diferentes tipos de desastres, puede reducir aún más la ansiedad. El voluntariado en la comunidad, como en una organización ambiental, puede ser particularmente útil porque conecta a la persona ansiosa con otras personas, desviando así el foco en los propios procesos mentales.
Limitar el consumo de noticias también es un posible paso preventivo, especialmente cuando la ansiedad anticipatoria proviene del escenario politico o social.
Por supuesto, las técnicas habituales de reducción del estrés vinculadas a los buenos hábitos de vida siempre ayudan:
Hacer ejercicio: caminar, nadar, practicar un deporte
Mantener una dieta saludable
Practicar una buena higiene del sueño
Tener pasatiempos que distraigan de las preocupaciones
Tener conexiones personales positivas con familia y amigos
Si se busca ayuda profesional, el terapeuta también puede indagar si los pacientes con ansiedad anticipatoria emergente han experimentado recientemente algún gran cambio en la vida, ya que estos eventos (la perdida de un ser querido, un divorcio, un cambio abrupto de hogar) pueden incrementar la angustia.
Si bien no es un diagnóstico formal, la ansiedad anticipatoria puede ser muy dolorosa y hay que enfrentarla, para poder combatirla y que no tome poder sobre la propia vida.
Fuentes consultadas: Asociación Americana de Psicología, Anxiety & Depression Association of America.