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Afortunadamente, cuando es detectado en fase temprana es más probable que responda a un tratamiento eficaz, lo que eleva la chance de supervivencia, disminuye el sufrimiento y, a menudo, exige un tratamiento más económico y menos intensivo, afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS). Un diagnóstico precoz tiene tres componentes:

Conocimiento de los síntomas por parte de las familias y los profesionales de la atención primaria de salud
Precisión y puntualidad en la evaluación clínica, el diagnóstico y la determinación del estadio de la enfermedad
Inicio rápido del tratamiento

La importancia del primer punto radica en que no es necesaria la intervención de profesionales de la salud o centros de atención, ya que padres, cuidadores o maestros pueden estar atentos a ciertos síntomas que podrían indicar la presencia de cáncer.

Estos signos pueden verse como protuberancias, moretones e infecciones normales. Sin embargo, a diferencia de las enfermedades y lesiones comunes de la infancia, los síntomas de cáncer no mejoran por sí solos, explica la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP).

La AAP también señala que dependiendo de dónde se agrupen las células de cáncer en el cuerpo, un niño con cáncer exhibirá algunos síntomas que suelen empeorar con el tiempo; como:

Dolor duradero en cualquier lugar del cuerpo
Dolores de cabeza frecuentes, a menudo con vómitos
Fiebre sin causa que no cede
Bulto o hinchazón inusuales
Tendencia repentina a sufrir moretones o sangrados con facilidad
Palidez inexplicable o erupción que empeora
Pérdida de energía sin razón evidente
Conductas o movimientos inusuales
Cambios repentinos en los ojos o en la visión
Pérdida de peso inesperada y rápida

Se debe tener en cuenta que es menos probable que un único síntoma por sí solo sea un signo de cáncer infantil. Los niños que reciben un diagnóstico generalmente tienen muchas combinaciones diferentes de síntomas al mismo tiempo.

Además de conocer las señales más comunes de cáncer infantil, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) recomienda tener presente la siguiente guía para escuchar atentamente lo que los niños expresan o lo que les sucede:

¿El niño o adolescente te comenta esto?

Siempre estoy cansado y/o no tengo apetito
Tengo dolor de cabeza persistente o vómitos (especialmente temprano en la mañana o que empeoran con los días)
Me duelen uno o varios huesos de forma persistente

¿El profesor te comenta esto?

Él o ella tiene cambios en el comportamiento, está siempre cansado o adormilado

Prestar especial atención ante la aparición de:

Mancha blanca en el ojo, estrabismo de nueva aparición, pérdida visual, hematomas o hinchazón alrededor de los ojos
Palidez, moretones o sangrado
Mareos, pérdida del equilibrio o la coordinación

Revisar activamente:

La presencia de bultos o hinchazón (especialmente en el cuello, las axilas o la ingle). Prestar atención si es indoloro y sin signos de infección
Hinchazón abdominal
Pérdida de peso inexplicable o fiebre

¿Qué hacer si mi hijo tiene algunos de estos síntomas?

Si tu hijo tiene una combinación de estos síntomas, o algunos de estos no desaparecen y parecen empeorar, ponte en contacto con el pediatra para que realice una evaluación exhaustiva, señala la AAP.

Dependiendo de los hallazgos del médico, quizás sea útil hacer análisis de sangre o estudios de imagenología. Además, el pediatra podría derivarlo a un hematólogo oncólogo pediátrico para hacer análisis y determinar si se trata o no de cáncer.

Este artículo fue producido por Tomás Vicente, periodista especializado en Salud.

Fuentes consultadas: Academia Estadounidense de Pediatría (AAP), Organización Mundial de la Salud (OMS), Organización Panamericana de la Salud (OPS).